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Si fuerámos capaces de ser realmente sinceros con nosotros mismos, y dejáramos de jugar estrategias todo el tiempo, nuestras relaciones serían más humanas. Por lo tanto, más profundas.
[...]Huir, cada vez más lejos. Recrear el espacio libre que iba perdiendo. Cada vez mis caminatas eran más largas y mis fabulaciones más profundas. Iba transgrediendo imperceptiblemente las invisibles barreras de mi mundo, mi primera tierra de juegos quedaba como estela de mis pasos, mientras me adentraba por las calles del Centro de Lima, en medio de los juegos de pinball y las callejas antiguas, las tiendas de discos y cassettes, los puestos de revistas.